martes, 2 de abril de 2013

Dernier.



La luz penetra por los espacios entreabiertos de la persiana, ilumina con intensidad mis ojos, y te veo, me siento en la cama, apoyo los pies lentamente sobre el suelo de parquet y te veo, me paro y voy al baño, abro la canilla de la ducha y dejo que el agua caiga suavemente sobre mi cuerpo, te veo.
Me cambio, voy a la cocina y preparo el desayuno, un té, una tostada que muerdo, larga su clásico ruido y te veo.
Me miro en el espejo, me peino, maquillo las lágrimas y te veo.
Paso el umbral de la puerta, bajo por el ascensor, saludo al portero y te veo. Camino la mañana fresca, transito por el manantial de calles tempestivas rodeadas de autos y personas que te ven, tal cual como te veo yo.
El sol se esconde tras unas gordas nubes grises que me recuerdan donde fue que perdí mi paraguas y te veo. Recorro la ciudad, hablo con la gente, termino trámites, asisto a clases y te veo. Se hace tarde y el sol que sigue escondido se despide lentamente por allá lejos, tímido y colorado. El frio me sonroja la nariz, te veo.
Camino hasta la parada del colectivo, la espera me impacienta y cada vez hace más y más  frío, el abrigo se torna ineficiente. Me subo al fin, mi transporte llegó, saludo al chofer. Sentado en un asiento de por ahí te veo, me paro al lado tuyo, que importa cuántos asientos hay vacíos. Te haces el tonto y no me miras, yo te miro fijo no tengo miedo. Transitamos baches y lomadas mientras vos te escondes detrás de un mechón de pelo que recae sobre tu frente para sentirte seguro, pero te veo igual que siempre. De pronto te paras y quedamos cara a cara, no me inmuto, me miras por fin, me pedís ‘permiso por favor’ entonces me corro y pasas. Te bajas del colectivo y te veo por allá, perdiéndote en el fondo de  las calles, las casas y las cosas, pero te veo a medida que se distorsiona la imagen y vas desapareciendo de a poquito. Ya no te veo y me bajo del colectivo, camino hasta mi casa, subo el ascensor, el portero no me ve. Paso el umbral de mi puerta y no te veo, me miro al espejo, me quito el maquillaje con un suave algodón y no te veo, me siento en la mesa, ceno un poco de arroz blanco con limón, bebo agua y no te veo. Voy al baño, cepillo mis dientes, me lavo la cara, me desvisto, me pongo el pijama y no estás ahí. Me saco las pantuflas, apoyo los pies sobre el parquet, destiendo la cama, apago la luz e introduzco suavemente los pies entre las telas, me acuesto, miro a mi derecha y definitivamente ya no estas ahí.

1 comentario:

  1. Un relato que se siente real , aunque él parece un sueño...
    Muy bueno, beso.

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