Cuando te lloro mis ojos se calcinan
como si antes de la lágrima
hubiesen estado tan áridos,
gélidos
mórbidos
adoloridos.
¿Qué hacer para que me quieras?
Mover montañas, tal vez,
abrir caminos entre las aguas, quizá,
No tengo dotes
de Mahoma ni Moisés.
Ojalá,
o quizá no, pero tal vez, sí,
me gustaría verte tan derrotado sobre mí
y no ser invariablemente
la hastiada sensación
de la segura derrota reincidida
ante vos.
¿Qué hacer para que me quieras?
has querido a tantas otras
has percibido mas desilusiones que besos sinceros
y yo que mas no se que dar
descanso en la ciénaga generosa
de tu abulia.
Tu cima
mayúscula,
colosal.
Sudorosa rutina que sucumbe peldaño tras peldaño.
No alcanzo mas red que la mía propia,
me enredo cuesta abajo en un sinfín
de nudos,
desnudos.
En vos arribo
el paisaje se achica.
Cuándo tus labios se agrandan inconmensurables
exploto
sin tiempo,
no hay margen a tu desdén.
Me doblo sobre mis miedos
mientras trazas mi contorno con tus dedos.
volviéndome tan frágil
como mendiga.
Siendo tan estrecha te poseo,
eterno
sublimas en un viento cálido
que respiro
suave
sobre la hamaca del estertor existencial
en este dado fugaz que cae
estrepitoso
sobre la veta madura de tu sonrisa
dormida
marcando el retazo abatido de una melodía
que se desdobla incesante
y atemporal.
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