sábado, 6 de agosto de 2016

OCELO.


Tus ojos sorprendidos me miran
desvarío
tus pestañas infinitas
espigas de sol.
Dos asteriscos en medio de tu rostro
un simbolismo encriptado
que no sé comprender.
Entiendo de posturas
y aun así me vuelvo inerme
cuando me toca ser frente a vos.
Estoy repleta de convicciones
sobre la vida, la gente, los abismos
incluso de los sueños,
excluyo tus ojos,
es que los veo y tropiezo
me miran,
tartamudeo y enfermo
tan profundamente que
se me acalora la vida.
Intento entender las
razones que no razonan
y en vano contemplo auroras
que no despiertan
pues solo son sombras.
Tus pupilas enloquecen a mis demonios
que deambulan enamorados,
algunos escribiendo pervertidas poesías
otros dictándoles a mis manos
que la respuesta está en tu piel
y desesperadas ellas, pobrecitas
te desnudan, calladas, ardidas
leen el mapa que guardan tus cicatrices
[quiero besarlas hasta que despiertes
el placer de poseerlas],
¿se ocultarán ahí las aguas diáfanas de tu verdad?
¿podré embriagarme de ellas?
¿querrán mis demonios nadar allí?
Mientras en mis férreas colinas
siento tu cuerpo existiendo
soplo sobre el latido
de tu corazón conmovido
palabras en lenguas muertas
que agigantan tu enardecer
y volviéndome loca, tan loca
los suspiros nos consumen
dejando tendidas en el placer de la victoria 
nuestras figuras humosas.
No quieren nadar bajito
buscan volar alto
demonios vanidosos pobrecitos.



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