jueves, 8 de noviembre de 2018

Devaneo

Descansar sobre el lecho mar
besando el cielo con los ojos eternos
Silencio. 

La explicación del aurora
como masacre de lo que precede. 
Un impulso sucesivo 
cae sobre el altar
en mitad de una misa negra. 
No hay alabanza. 
No hay nada que entregar. 
Encandece en la noche (en mi mente)
un beso especulado 
ordenado y taciturno 
que responde al despertar 
de tus ojos desinhibidos.
Embriagada mi fe 
resuelve emancipar los recuerdos. 
El dilema no ocupa lugar
más bien estrecha 
los corredores enredados del alma. 
Confesar la armonía de los silencios 
y verlos caer en un loop melancólico común 
y esa urticaria pequeña, incómoda 
que anima a recorrer los multiversos de tu entramada manera de ser.

Quien busca abarcalo todo
nada termina conociendo. 

Prefiero abrigarme en tu mirada
y descubrir los silogismos 
que, bendito sea dios, 
te llevaron a existir.

Que me arrebaten hasta la última 
de mis vidas
que me quiten hasta lo que no he tenido jamás
 no existirá artimaña alguna
que desprenda de mi 
que reduzca en mi el saber
que no hay momento, lugar ni circunstancia mejor
que aquella en la que convencidos
nos tocamos hasta el punto 
más infinito de lo que somos.


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