Azul Turmalina.
Ella celebra dentro de la masa obnubilada por el poder de la
metamorfosis atávica los hilos perdidos, cortados y enlazados fijados como
espejismos peculiares llenos de esquizofrenia dentro de aquel cráneo exacerbante.
Cavando en el cuenco del alboroto se somete a la presión de la utopia de sus
pupilas coloradas de dolor, remordiendo sofocantes recuerdos lejanos,
desesperando y corriendo por entremezclarse con el resto.
Apurada brinda por el triunfo de la voracidad sobre la
calumnia infinita de su centro de sensaciones, que hasta el momento creía
oxidadas, escondidas, anuladas.
El aceite imperecedero se acobijo para perpetuarse y no
volver a despegarse del rincón cálido del placer donde se ha de catar la piel
mas suave de todas, esa que en sus sueños vagabunda la rozaba y acaloraba suscitando
palpitaciones letárgicas y alegóricas, transmitiendo ese sonido telúrico por
todas las extremidades de su cuerpo expuesto y frágil para luego despedirse y adormecerla
bajo el árbol de la manzana del pecado infinito. En ese mismo sueño esa misma
piel la somete a la mirada de los dioses asqueados de sacrificio. Ella se
sujeta a enfrentarlos y refutarse bajo la premisa de que si viviera lo mismo
100 veces más, quizá 100 veces más lo haría.
Quizá el quizá sea una errata, quizá el quizá no exista
cuando esa prodigiosa bestia azul turmalina posee su cuerpo vulnerable, quizá
ese quizá le trasmita mas seguridad en un minuto de sus labios que el tiempo
que viva el resto de su vida.
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