Hasta que la muerte nos separe.
Su destino conspira a su al rededor, juega a ser amo y
señor, dibuja garabatos en su camino, sortea obstáculos y los despoja, otras
veces los disipa y otras los enfrenta, porque dicen, “dicen” que de eso se
trata la vida. Como si fuera un juego, si es que preferimos metaforizar de
alguna forma la vida.
Ella lo toma así, un juego que sigue su rumbo, donde son
sabidas sus reglas, pero a pesar de eso las quebranta, pues no tiene miedo:
ganar o morir es su lema y no le importa perder si puso su corazón en la
partida. Las reglas son claras, quien no las entienda perderá, quien las
entienda jugará, quien las quebrante peleará; y así, despacito se establece una
relación simbiótica entre ella, el juego y su destino. El destino la guía, el
juego la persigue, el destino juega al juego de ella.
Caminando por un
sendero oscuro aparece una luz que finge dar calor, se acerca, la toca, la
siente, la aprecia y la luz brilla más, entonces, el sendero deja de ser oscuro.
Es esa luz que a veces todos esperamos para esclarecer un poco de todo. Es ese
ser que decide compartir algo de su luminiscencia para acompañarnos en este
juego llamado vida. . Es quizá esa luz que de a poco toma la forma de ese ser
tan esperado, ofreciéndose, entregándose a los infortunios de su vida para así
escoltarla hasta el final; algunos lo llaman amor.
Un encuentro de
miradas, unos ojos que intimidan, dos pupilas fijas en un movimiento esperando
que mueva la primer pieza de la partida y así arranca nuevamente. Las
estrategias cada vez se fortalecen más, las distancias se acortan, el camino se
ensancha, la aventura comienza.
De su mano el cielo
se aclara, la utopía se hace ironía y con el sol del amanecer ella contempla su
rostro. Ya no es ella sola, ahora peleará por dos. Su destino lo dispuso y su
juego pierde sentido. Él pelea por ella y ella lo siente en su alma; Son dos
fundidos en la armonía de una sola alma.
El mundo gira, todos
lo saben pero sólo ellos lo sienten. El reloj de arena comenzó a dejar caer sus
primeros granos y ellos se toman de la mano cada vez más fuerte. Si ella se
aleja no es por cobardía, es por valiente, por enfrentar, quebrantar, jugar; él
no lo entiende y la ira contra su mundo se hace cada vez mas potente y mil
preguntas rondan en su cabeza: ¿porqué?... ¿cuándo?... ¿dónde?....
El viaje se acorta y el final se siente; todo tiene la misma
respuesta: ¿porqué?, por ella; ¿cuándo?, cuando la vi a ella; ¿dónde? donde
estaba ella. Cómo si hubiera sido una conspiración generada por todos hacia
ellos; cómo si buscaran demostrarles que la felicidad solo se basa en momentos
y es así como de repente, de la misma forma inesperada que llega es arrebatada
de sus manos, como arena que escurre entre los dedos cálidos del amor.
La imposibilidad de encontrar una solución a la
desesperación lo inhibe, lo hace vulnerable, no sabe como ayudarla, no puede
pensar, sólo quiere que ella siga su camino tomado de la mano de él y que en
cada amanecer despierte con el sol y su cabeza en su pecho.
Ella se juega por él,
porque lo supo desde el principio que así debía ser, pero sus fuerzas se agotan.
La parca la persigue y el patio de los callados la proclama. Él sin más remedio
deja que ella termine su partida, termine al fin su juego ¡maldito juego que la
quita de sus brazos, que oscurece su camino, que le roba la mitad de su alma!.
Ella lo despide mientras se calza el pijama,
un mundo nebuloso la espera, un paraje donde todo es incierto, donde todos
iremos algún día para no regresar o por lo menos no de la misma forma. Él le
reclama que lo espere, que por siempre pensará en ella y que su corazón solo
seguirá latiendo de agradecimiento, agradecimiento al mas poderoso dios por
dejar que sus destino se cruzaran para vivir lo mas gratificante y sincero del
amor. Por demostrarle que se puede vivir por amor y morir también, por hacerle
sentir lo más hermoso que quizá pensó sentir en toda su vida, y así, proyecta
imágenes en su cabeza que le quedarán en su memoria por el resto de sus días.
Ella le asegura que siempre estará con él y que en su próximo encuentro no lo
dejará de nuevo sin su presencia, sin el encanto que los une, sin la pasión que
los desvela.
Con su última gota de aliento le profesa su
amor; lo besa suavemente mientras una lágrima recorre su mejilla ya muerta.
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